El 4-6 6-3 7-6(4) favorable a Djokovic en la final del Master-1000 de Miami destila un aire a amenaza. Después de cinco finales seguidas para Nadal en sus enfrentamientos particulares, el serbio gana la segunda consecutiva en sólo 15 días. Y lo hace del mismo meritorio modo, levantando un primer set adverso. ¿Está Djokovic en disposición de cuestionar el número uno de Rafa? La realidad dice ahora mismo que sí porque no pierde ni un partido desde noviembre, y son ya 26 victorias seguidas. Pero empieza la temporada de tierra y queda por ver si el serbio puede seguir intratable, porque desde hace
Djokovic ha superado una asignatura que tenía clavada en las entrañas. Y es que en los últimos años habían sido muchos los partidos, y finales, que había perdido ante Nadal pese a haber jugado mejor que el manacorí. Mentalmente acababa siendo inferior. En Miami volvió a arrancar a trompicones, pero en cuanto entró en juego empezó a andar siempre dos cuerpos por delante. Pegaba más duro, cerraba mejor las jugadas incluso en la red, dominaba los intercambios desde el fondo. Y, por fin, logró traducir esa superioridad en victoria ante su bestia negra.
Aún así, Rafa se quedó con una lectura positiva para la esperanza. Llevó al límite al mejor tenista del año, sin ni siquiera jugar bien como dos días antes ante Federer. Ahora debe valorar estas dos finales en pista rápida y descansar, en gran medida satisfecho, hasta que arranque Montecarlo, donde persigue su séptimo título consecutivo. Para el recuerdo queda esta gran final, de más de tres horas a degüello, que deja una situación muy atractiva en la cúspide del tenis mundial. ¡Bravo por Rafa y bravo por Djokovic!
