
Rafa Nadal se adjudicó su octavo Trofeo Conde de Godó derrotando a su amigo y compañero de Club Nico Almagro por 6-4 6-3 en una hora y 32 minutos. La lluvia, que desde su repentina irrupción el jueves no dejó de reclamar su cuota de protagonismo, tampoco quiso perderse la final y condicionó por completo el arranque del partido. Apenas se podía imprimir velocidad a las bolas, muy apelmazadas por el constante chirimiri. El frío jugaba también una mala pasada a Nadal, que sufre más las molestias que arrastra tras su lesión en la rodilla cuando las temperaturas son bajas.
De este modo, Rafa empezó desconocido y acumuló casi una decena de errores no forzados hasta el 3 a 0 en contra. Almagro disponía del saque para acorralar al mejor jugador de tierra de la historia con un 4 a 0 de salida que podría haber sido decisivo. Pero fue presa del vértigo y acabó por propiciar la reacción de Rafa. Visto que no lograba mandar desde el fondo de pista, el manacorí puso el piloto automático y se dedicó a alargar los puntos, a devolver los furibundos ataques de Nico a la espera de que el murciano contribuyera con sus habituales apagones.
Así fue. A la primera bola de break que tuvo Rafa, Almagro colaboró con un error absurdo para el 3 a 1 y dos juegos después entregó de nuevo su saque con una doble falta que dejaba el marcador en 3 iguales. El partido viraba hacia la orilla de Nadal, experto en resolver situaciones adversas. Tiraba más fuerte Almagro, suyos eran los golpes más espectaculares, pero también las únicas concesiones. Con cuatro iguales y saque de Nadal llegó el momento clave de la final. Hasta tres bolas de break levantó Rafa, que seguía a merced de las embestidas del murciano y que una vez más encontró el camino hacia la victoria a partir de su capacidad sobrehumana de devolver bolas imposibles. El público acompañaba las inverosímiles recuperaciones de Nadal con espontáneas exclamaciones de asombro, y acababa por entregarse al genio mallorquín cuando asestaba el contraataque definitivo.
La función del prestidigitador mallorquín llegó a su cenit cuando devolvió un globo golpeando en carrera por debajo de las piernas para acabar anotándose el punto. Esa genialidad evitó el 40-0 de Almagro, que ya olía el 5 iguales y sufrió tal ´shock´ que no volvió a ganar ningún punto en el primer set. El primer parcial, por agresividad e iniciativa, había sido sin duda favorable a Almagro. Pero el resultado premiaba a Nadal por su garra, su capacidad de sufrimiento y su determinación en los tres o cuatro puntos decisivos.
Si el mallorquín fue capaz de anotarse la primera manga sin hilvanar su mejor juego, en cuanto el marcador se puso de su lado y la lluvia remitió permitiendo que las bolas viajaran a mayor velocidad, Nadal se hizo dueño de la situación. Tal como sucede en las peleas salvajes entre animales que muestran los documentales, en cuanto el ejemplar más pesado logró desembarazarse de su rival para colocarse encima, en la posición de dominador, la contienda perdió toda emoción e incertidumbre. Lo sabía Almagro, lo sabía Nadal y lo sabían los más de 7.000 espectadores que capearon con buen ánimo el frío y la lluvia.
Los números de Nadal desde su regreso al circuito en febrero son estratosféricos: seis torneos jugados, seis finales y cuatro títulos, entre ellos el Masters 1000 de Indian Wells en pista rápida. ´Las cosas me están yendo mejor imposible. Esta victoria en el Godó ha sido de las más emocionantes por el hecho de haber vuelto después de tanto tiempo sin competir. Esto demuestra que estoy jugando a un gran nivel desde mi regreso. Ni soñando me hubiese imaginado estos números´.
En 2003, con 16 añitos, Nadal fue invitado por la organización y tras ganar su primer partido ante Juancho Marín (6-0 y retirada) cayó ante el octavo favorito del cuadro, Álex Corretja, por 6-3 2-6 1-6. Diez años después no sabe lo que es perder un partido en Barcelona: 40 victorias consecutivas para un total de 8 títulos. No había sucedido nada semejante antes, cuando la mayor racha de victorias la tenía el mítico Mats Wilander con tres consecutivas entre 1982 y 1984. Con Nadal, las palabras siempre se quedan cortas.
¡Felicidades campeón!