Nadal gana su noveno Roland Garros

Nadal gana su noveno Roland Garros
10/06/2014

Rafa Nadal agrandó su leyenda al imponerse el domingo 8 de junio en la final de Roland Garros a Novak Djokovic por 3-6 7-5 6-2 6-4. En un partido tenso y de enorme desgaste emocional, Rafa se convirtió en el primer tenista de la historia en conquistar nueve veces un mismo torneo del circuito ATP, con el meritorio agravante de que se trata de uno de los cuatro del Grand Slam. Y a la vez estableció un nuevo record de cinco títulos consecutivos en París, superando los cuatro del mítico Bjorn Borg.

A sus recién cumplidos 28 años, iguala los 14 grandes (además de los nueve de París, dos Wimbledon, dos Open USA y un Open de Australia) de Pete Sampras. Así que si las lesiones no lo impiden y el tiempo sigue corriendo a favor suyo como lo ha hecho estos últimos 10 años (se estrenó en un grande precisamente en Roland Garros en 2005), los 17 grandes de Federer, la cima del tenis, peligran seriamente. 

Una vez más, el jugador del RCTB dio una lección de entereza mental y de capacidad de lucha, sobreponiéndose a dos compases delicados que hubieran tumbado a cualquier otro. El primero, el devenir del segundo set. Con un set en contra, Rafa aguantó el vendaval de Nole como el campeón granítico que es. El serbio seguía mandando en el juego y sus tiros afilados le llevaban de lado a lado sometiéndole a un derroche físico tremendo. Aun así, lejos de abandonarse, Nadal apretó el gesto y se adelantó 4 a 2.

Tampoco se hundió cuando Djokovic le devolvió el break para el 4 iguales. Deportista de raza, con ese gen mallorquín de fortaleza y orgullo, siguió apostando, tirando cada vez más duro con su derecha, afinando el revés, e igualó el partido a un set. Esa reacción, ese coraje y esa fuerza física y mental para no claudicar, ante un rival con el que había perdido las cuatro últimas veces, son el sello de distinción de Nadal.

El segundo compás complicado llegó a partir del tercer set, cuando tuvo que empezar a luchar internamente contra el dolor físico: a los consabidos problemas en la espalda, que ya le amargaron la final de Australia, se añadieron los calambres que se extendieron progresivamente por todo su cuerpo. Hasta el punto de que le pidió a Toni, su tío y entrenador, que le trajeran suero. En esa tesitura, Nadal mantuvo la compostura y, sin dar una sola pista al rival de sus achaques internos, siguió encontrando los mejores golpes en los momentos precisos. 

Atrincherado en su deseo, en su genuina determinación por ganar, acabó imponiéndose en los dos últimos sets. En los compases finales, el cansancio físico derivó la contienda a un cuerpo a cuerpo agónico en el que la cabeza, la garra y el autocontrol, las mejores armas de Rafa, derrotaron a un Djokovic vulnerable, enfurecido y protestón. Con el público francés de su lado, y ante una doble falta final que deslució levemente ese instante soñado, Nadal volvió a inclinar sus rodillas en la tierra parisina. 

Tras su peor temporada sobre arcilla, una vez más, e iban nueve, volvía a reinar en París. Exhausto, emocionado, agradecido de corazón a su equipo y entorno, y hasta un punto sobrecogido ante su enésima hazaña, Rafa volvió a abrazar el trofeo. Y lo hizo, quizá por el peso y el poso de los años, con mayor ternura que nunca. 

¡Felicidades Rafa!